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Gargantúa y Pantagruel

En el año 1532, el poeta francés Francois Rabelais (1494-1553) publicó un libro que narraba Los horribles y espantoso hechos y proezas del famosísimo Pantagruel, rey de los dipsodes, hijo del gran gigante Gargantúa.

Tres años más tarde puso en circulación La vida inestimable de Gargantúa. A estas dos publicaciones siguieron otras tres. En 1564, los cinco libros fueron impresos unificadamente bajo el título de Gargantúa y Pantagruel.


Rabelais recibió una sólida educación literaria y filosófica de manos de la comunidad franciscana, dentro de la cual se formó como novicio y más tarde como fraile. Luego estudió medicina en Montpellier. Frecuentó los círculos cultos, donde fue muy apreciado. Pero no sólo fue estimado por los humanistas, la corte y las altas capas de la burguesía urbana, sino también por las masas populares. Sus contemporáneos lo acogieron dentro del marco de la cultura cómica popular, y se sorprendieron de la fuerza y brillantez del escritor. Captaron la unidad de su universo y comprendieron las relaciones profundas que existían entre los elementos constitutivos de su obra. Percibieron la relación de sus imágenes con los espectáculos populares y el carácter festivo de éstas, hondamente influidas por el clima carnavalesco.

Rabelais

Basado en una antigua historia de corte popular que narra de manera harto simplona y lineal las aventuras de los protagonistas, Rabelais diseñó una estructura muy compleja. En ella, los hechos de los gigantes y sus allegados se encadenan a una serie de razonamientos absurdos, descripciones de sitios fabulosos, acontecimientos disparatados y, sobre todo, a una abundante cantidad de burlas contra las instituciones educativas y eclesiásticas.

Esta obra, considerada una de las cimas de la literatura francesa de todas las épocas, no se ajusta a las reglas y cánones del arte literario medieval y clásico. Sus imágenes se distinguen por un carácter no oficial, hostil a toda perfección definitiva, a toda estabilidad, a toda formalidad limitada. Su cualidad principal es la de estar profundamente ligada a las fuentes populares, a las cuales debe ese magnífico despliegue, sin precedentes hasta el momento, de imaginación, desmesura y fantasía.


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