En efecto, cuando Dante contaba con nueve años de edad se enamoró profundamente de Beatriz Portinari, quien se casaría con Simone dei Bardi. La muerte de ésta, en plena juventud, sumió al poeta en el desconsuelo, y lo llevó a entregarse por entero al estudio y a la vida política de Florencia. En el año 1300, Dante fue enviado como embajador a San Gimignano, donde fue, además, uno de los regidores de la ciudad por dos meses. Desde ese cargo tuvo que oponerse a la curia romana, que pretendía entrometerse en el gobierno de Florencia. Más tarde, por problemas políticos, Dante fue condenado a morir en la hoguera, en caso de ser apresado. Por eso debió vivir en el exilio.
La visión comprensiva que Dante poseyó del mundo, de Dios y de la historia se expresa en las páginas de la Divina Comedia. El destino temporal y divino del hombre, que a los ojos del poeta se resuelve con una prístina claridad, fluye sinfónicamente en ese largo y tremendo deambular del poeta por las regiones infrahumanas. Su aspiración política a un imperio fuerte y único que ordenara la historia de los hombres y su ideal de felicidad eterna gracias a la adecuada conducción de una iglesia incorrupta son los dos móviles ideológicos reconocibles a lo largo y ancho de la obra. Es Virgilio, la voz temporal, la inteligencia humana que reconcilia el vigoroso saber clásico con la fe del cristianismo_afán y meta renacentista. El poeta latino es quien entrega a Dante a Beatriz; ella es la fe, el saber de Dios, que lo ha de conducir a la dicha suprema, a la absoluta contemplación.
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