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Robinson Crusoe

Publicada por primera vez en 1719, esta obra del escritor inglés Daniel Defoe (1661-1731) rápidamente se constituyó en modelo de obra de aventuras de la modernidad. Coincidente con un momento de la historia europea en el cual la búsqueda de nuevos horizontes mercantiles se hacía apremiante y el futuro político de las naciones tenía que ver directamente con su capacidad de ampliar sus dominios de ultramar, Robinson Crusoe, articula de manera novelesca y muy entretenida a un modelo de hombre, arrojado y altivo, capaz de llevar sobre sus hombros las responsabilidades de la historia.


Probablemente la novela de Defoe se inspiró en las aventuras reales de un marinero de nombre Alejandro Selkirk, quien quedó abandonado en una de las islas Juan Fernández, frente a las costas de América del Sur, en donde permaneció en completa soledad por espacio de cuatro años (de 1705 a 1709). A partir de esta circunstancia real, Defoe construyó la trama de su novela y dotó a la paradisíaca isla de Robinson de un encanto supremo que desde entonces y hasta nuestros días, a pesar de la sensible mengua de su popularidad, se ha mantenido. Allí, rodeado de una naturaleza tan hostil como bienhechora, la imaginación acalorada de jóvenes y adultos ha construido una suerte de paraíso perdido, en el cual la convivencia armónica del hombre con la naturaleza es por fin posible.


La obra, tal y como la conocemos, se publicó en dos partes. La primera narra las principales andanzas del personaje y lo abandona en su isla, luego de presentarnos con lujo de detalles las transformaciones y haceres del náufrago. La segunda, publicada mucho después, y de calidad un tanto menguada, presenta al personaje Viernes y con él los eventos acaecidos hasta el regreso final a Europa.


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