De la inabarcable extensión de títulos y autores meritorios que componen nuestra tradición literaria, nos hemos ocupado sólo de aquellos que indudablemente han significado un aporte o una confirmación al espíritu de su época. Y aun teniendo en claro aquellos nombres indudables, nos hemos visto obligados a escoger sólo una de sus obras, con base en criterios como la popularidad, significación y difusión que esta haya tenido, o la capacidad de sintetizar el universo creativo del autor:
- El Astillero.
- La Eneida.
- Las mil y una noches.
- El cantar de Mio Cid.
- El caballero de la carreta.
- Amadís de Gaula.
- Divina Comedia.
- El Decamerón.
- La Celestina.
- Orlando Furioso.
- Gargantúa y Pantagruel.
- El Lazarillo de Tormes.
- Los Lusíadas.
- La Araucana.
- Don Quijote de la Mancha.
- El Buscón.
- La vida es sueño.
- Tartufo.
- Los viajes de Gulliver.
- Robinson Crusoe.
- Popol Vuh.
- La Ilíada y La Odisea.
- La Teogonía.
- Edipo Rey
- Los cuentos de Canterbury.
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